lunes, 12 de enero de 2009

El triunfo

Las manos me tiritaban mucho y no podía parar de reír. Aparte de la excitación del acto, se confluían en mi mente, y sobretodo en mi cuerpo, una satisfactoria sensación de triunfo, de poder, de grandeza que sólo podía demostrarla riendo a carcajadas, riendo y saltando con la cabeza hacia el cielo y las manos arriba, tiritando aun, proclamando la gran victoria.

Todo había ocurrido en torno a la perfección, ningún detalle se había escapado por las canaletas de la mediocridad. Aparte de lo hermoso, fue en exageración gracioso, así que no podía parar de reír, así que abrí la petaca para brindar y así que prendí un cigarrito para calmarme.

Di la vuelta mientras me abrochaba el cinturón y caminé con pausa. Como no podía dejar de posar mi cabeza hacía el cielo, me encontré, en un único momento de distracción, con una tierna pájara que regurgitaba en el pico de sus crías. Absorto en la melancólica escena la escuché gemir. Sus quejidos, que tal vez pedían ayuda, me produjeron mucha gracia y solté unas monótonas carcajadas, luego la escuché llorar con mucho dolor y no pude seguir riendo.

Di la vuelta.

La miré.

Su mano derecha se perdía en su destrozada blusa tratando de tapar la hemorragia, que había propinado mi precisa puñalada, mientras su mano izquierda apretaba su ensangrentada entrepierna. Vi sus ojos que lagrimaban el último momento de su agonía y por alguna razón sentí una fuerte angustia. Quise fumar, pero el cigarrillo se había apagado, y al querer darme un trago, me encontré con que el pisco de la petaca se había acabado. Ya no me parecía tan gracioso. Corrí.

2 comentarios:

Fraternité dijo...

Aveces tus cuentos me dejan sin palabras, pero eso también dice. Como poner un cuchillo frío en la frente de alguien dormido.
Te amo y punto final.

liea dijo...

no me esperaba ese final
ooo